Una noche, estaba leyendo Una habitación propia de Virginia Woolf,
y en un capítulo ella explicaba cómo un bedel le había prohibido la entrada a la biblioteca de una universidad masculina por ser una mujer. Le advirtieron que para hacerlo necesitaba tener
una carta de recomendación de un hombre o ser uno de ellos. En ese momento, dejé el
libro a un lado y me puse a pensar... Reflexioné un rato, no mucho, pero intensamente, como cuando se piensa en la muerte y me pregunté: ¿Cuántos gestos que hoy nos
parecen normales y cotidianos no fueron en su día desafíos a un orden establecido, a una
mentalidad o a una legislación?
<<Oh, pero no podéis comprar hasta la literatura. La literatura está abierta a todos. No te permitiré, por más bedel que seas, que me apartes de la hierba. Cierra con llave tus bibliotecas, si quieres, pero no hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente>>.
Virginia Woolf. Una habitación propia.
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